Nació en Ciudad Vieja, Sacatepquez, el 16 de septiembre de 1928, en el seno de una familia de sólida fe católica; sus padres don Ángel López Hernández y Doña Victoria Coarchita Santa Cruz, siendo el tercero de ocho hijos de este matrimonio. Ordenado Sacerdote el 7 de noviembre de 1954 y nombrado párroco de San José Pinula el 7 de noviembre del año 1966, en donde desarrollo su ministerio hasta el día de su martirio el 30 de junio de 1978.
Aunque pareciera que a las jóvenes generaciones no les despierta demasiado interés, su testimonio representa el cumplimiento fiel del ministerio que Cristo le encomendó, siendo la muestra más grande de amor, la que señala la escritura, “no hay amor mas grande que entregar la vida por los amigos” ( Jn. Cap 15, vers. 13) Murió en plena labor pastoral, asistiendo a los más necesitados.
Una mirada fugaz a su vida
Sus primero años transcurrieron entre Ciudad Vieja Sacatepquez y la finca de familia “El Pirú” entre cafetales, mugir de vacas, el canto de las aves y la voz de Dios que constantemente le llamaba. Llamado que respondió finalmente a sus quince años ingresando al Seminario Conciliar de
El camino de su Ministerio
Recibió el orden Sacerdotal de manos de Monseñor Rossell Arellano en un recordado mes de noviembre del año 54, sin imaginar que sería aquella fecha la que marcaría el camino del martirio y sobre todo el camino de los altares que hoy sigue recorriendo.
Sus palabras quedan plasmadas en la obra Diario de San José Pinula: “Hace ya muchos años, cuando ingresé al Seminario, yo sentía que el sacerdocio sería para mi algo inobjetable. En medio de una natural incertidumbre porque el futuro solo depende de Dios, yo me sentía seguro de llegar a ser Sacerdote después de los años, hacía mis planes convencido de que llegaría a ser un Ministro de nuestro Señor”.
Esta confianza en los designios del Señor hizo que fuera nombrado Director Espiritual del Seminario Conciliar de
Sa
A continuación en el año 66, nuevamente un 7 de noviembre el Señor lo llevó al lugar en donde ofrendaría su vida no solo con el servicio que brindaría amorosa y dedicadamente, sino además con la sangre que derramaría por la defensa de su rebaño en
En el ejercicio de su ministerio el Padre Hermógenes fue un hombre que no regateaba los gestos de amor a su pueblo. Durante el tiempo que pasó en la parroquia de San José Pinula, se movilizaba en un carro que su mama le había regalado, era un modelo del año 1958, en los últimos años alguien le obsequió un Pick up, el cual como comenta su hermano Ángel Arturo López, quien en la actualidad reside en Escuintla, cuando salía de visita siempre iba lleno de frutas y de obsequios de su familia y de sus allegados, pero al llegar a Pinula se encontraba ya completamente vacío y es que la generosidad de este sacerdote no sabía de privilegios y todo lo que había recibido para él, lo iba repartiendo en el camino a todo aquel que lo necesitara.
Julius Pater, autor del libro Aquel Santo que yo conocí señala en él una característica muy particular: su ingenuidad, pero aquella que esta muy lejos de la tontera. Virtud que era la admiración de sus feligreses que hacía venerarlo como a un santo ya que con ésta expresó peticiones que nadie se hubiese atrevido. Por ejemplo, en una ocasión en la que ante la visita de un reconocido político, el Sacerdote, encabezando un buen número de vecinos, al solicitarle que el agua de los ríos de la comunidad no fuera sustraída hacia la capital con fines lucrativos y obteniendo un compromiso solemne quiso remarcarlo diciendo al político “espero estar estrechando la mano de un hombre” lo que ocasionó una palidez en el rostro del interpelado.
Pater transcribe la carta al entonces Presidente de
No hay comentarios:
Publicar un comentario